lunes, noviembre 27, 2006

Exclusión Social y Estereotipos. Análisis de la Exclusión de ladrones de tienda por parte de guardias. (Parte 3)

Marco Teórico

Percepción social: percepción de los otros, atribución, estereotipos y prejuicios.

Tomando en cuenta los síntomas de exclusión social descritos por Morales y Huici (2003), se piensa que es necesario, en función del objetivo de investigación, revisar los principales conceptos que permitirán adentrarse en la problemática de la exclusión social desde la perspectiva de la psicología social. Por ello, revisaremos los procesos de percepción de otros, atribución, estereotipos y prejuicios, en tanto se puede decir que dichos procesos estarían a la base de gran parte de los síntomas descritos anteriormente.

Respecto a la percepción de otras personas, diremos que es un proceso complejo, en el que intervienen mecanismos emocionales, cognoscitivos, y motivacionales, que alteran la información recibida y que permiten generar una teoría sobre los otros, para predecir su conducta (Salazar, Montero, Muñoz, Sánchez, Santoro, y Villegas, 1977). Se podría decir que en la percepción de otros, las características psicológicas individuales ejercen una influencia directiva y selectiva sobre la atención y la inferencia.

Según Secord y Backman (1964 citados en Salazar y cols., 1977) existen tres elementos principales en la percepción de personas: la persona estimulo, las variables del perceptor y la impresión resultante. Estas se afectan mutuamente y definen los procesos psicológicos del sujeto que darán lugar a la percepción.

Se habla, en primer lugar, de la formación de impresiones o atributos sobre la persona estimulo, en virtud del contexto y las experiencias anteriores. Para esta elaboración se requeriría una información que es tomada de un conjunto de fuentes: indirectas (otras personas o comunicaciones); apariencia (características externas de la persona); conducta expresiva (aspecto dinámico de expresión); conducta orientada a metas (comportamientos orientados al logro de objetivos); contexto (factores situacionales); orden de presentación (secuencia de percepción de los rasgos); y variabilidad (estabilidad en la conducta, para realizar la inferencia). Según Salazar (1977) estos factores se integrarían en la impresión, entendida como una organización cognoscitiva con contenidos específicos estructurados de un modo coherente, y polarizados afectivamente. Asimismo, para Secord y Backman (1974 en Salazar y cols, 1977) la formación de impresiones estaría más ligada a la situación de la interacción (rol), a la persona estimulo y al observador.

Dado que el fenómeno de las impresiones se relaciona al fenómeno de reconocimiento de pertenencia grupal (Ej. Allport, 1954), también este fenómeno esta intrincado a los prejuicios y estereotipos.

También cabe mencionar respecto a la percepción de personas, el proceso de atribución. Se entiende por atribución, la “(…) inferencia de intenciones y rasgos que proporcionan información sobre las disposiciones del sujeto y las causas de su conducta. La búsqueda de las causas (reales o supuestas) permiten construir posteriormente un sistema cognoscitivo para predecir la conducta” (Salazar y cols., 1977, p. 102). Entre las causas que se usan como formas de atribución se pueden distinguir causas endógenas (cuando la acción juzgada es un fin en sí misma) y causas exógenos (la acción es un medio para un fin) (Kruglansky, 1975 en Salazar y cols., 1977). El proceso incluiría dos etapas: en la primera se identificarían las causas de una acción; en la segunda se obtendrían las conclusiones sobre los efectos, una vez conocidas las causas, lo que llevaría a realizar inferencias tanto funcionales (basadas en la identificación real de la relación causa-efecto), y/o deductivas (realizadas a un nivel meramente conceptual). Según Kruglansky (1975, en Salazar y cols., 1977) mientras haya mayor atribución de causalidad endógena se supondrá una mayor libertad subjetiva, mientras que con una mayor atribución exógena se establecerá un efecto de compulsión sobre el sujeto. O sea, las acciones endógenas permiten, por su contenido, identificar las metas del sujeto, mientras que las exógenas no.

Las atribuciones serían bastante estables y resistentes, además de presentar una tendencia a sobreestimar los mecanismos causales internos (Jones y Aronson, 1973 en Salazar y cols., 1977). Incluso en algunos sujetos se observa un efecto atribucional conocido como “el mundo es justo” (Lerner, 1971 en Salazar y cols., 1977), efecto referido a que se sostiene que cada quien recibe lo que se merece, suponiendo la existencia de una compensación natural respecto a decisiones, acciones y consecuencias.

La atribución permite mostrar el papel fundamental que juega el sujeto perceptor y sus funciones cognoscitivas en la percepción de otras personas poniendo de manifiesto la existencia de “(…) todo un conjunto de mecanismos subyacentes donde se integran los elementos reales con los aportes del sujeto perceptor para estructurar el sistema de elementos cognoscitivos” (Salazar y cols., 1977, p. 105).

Tomando estas nociones como referencia, se analizará la formación de estereotipos y de prejuicios.

Estereotipos y su justificación.

Los estereotipos responden a una necesidad básica de orden y capacidad de predicción. Los estereotipos serían procesos cognitivos con la función de predecir los eventos sociales que rodean al individuo (Hogg y Abrams, 1988 citado en Valdivieso, 2003a).

El análisis de los estereotipos se puede abordar desde tres enfoques: como justificaciones del ego, justificaciones grupales y/o justificaciones del sistema. Según Jost y Banaji (1994, citado en Valdivieso, 2003a), los estereotipos sirven para proteger la posición y el comportamiento del propio individuo o del propio grupo, pero también sirven para legitimar las normas sociales, aún expensas del individuo y el grupo. La justificación, en cualquiera de las tres dimensiones que hemos mencionado, sería una idea que tiene la función de legitimar a otra idea o a alguna forma de comportamiento, sean éstos de la propia persona o grupo, como de otros (Valdivieso, 2003a).

Las personas tienden a justificar pensamientos, sentimientos, comportamientos, status o posiciones propios o de otros, conductas agresiva o discriminatoria propias o de miembros del grupo al cual se pertenece, eventos sociales y condiciones sociales imperantes. Lo importante a destacar, es que no todo estereotipo tiende al favoritismo endogrupal y al estereotipo negativo del exogrupo, puede suceder lo contrario cuando se intenta justificar al sistema social dominante (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

Puestas así las cosas, es claro, al observar sistemáticamente los estereotipos, que éstos cumplen ciertas funciones sociales que es necesario considerar en cualquier estudio. Según Jost y Banaji (1994, en Valdivieso, 2003b) Los estereotipos son creencias socializadas respecto de grupos sociales que acompañan cualquier sistema caracterizado por la separación de la gente en roles, clases, posiciones o status. Estas creencias tienden a ser, por quienes las sostienen, percibidas y explicadas como justificables.

En el enfoque de la justificación del sistema, el concepto de falsa conciencia cobra especial importancia. En nuestro caso, centrado en la actitud por parte de los encargados de seguridad hacia cierto grupos (generalmente los menos beneficiados por el sistema económico), cabe preguntarse por los estereotipos, los prejuicios y muchas veces, la discriminación, que sufren los individuos estereotipados como pertenecientes a sectores marginales por parte de los encargados de seguridad, en su mayoría, pertenecientes a los mismos sectores marginales con el que estereotipan a otros[1]. La falsa conciencia sería la mantención de creencias o ideologías que son contrarias a los intereses personales o del propio grupo, manteniéndose así, la posición desaventajada del individuo o del grupo (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

La naturaleza de la justificación es bastante compleja de tratar, especialmente cuando ésta no es conciente, permitiendo la existencia de ciertas ideologías sin que se den cuenta quien o quienes las ejercitan, aunque sean víctimas de las mismas. Esto es muy común en la falsa conciencia (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). No es de extrañar que, según Marx (1846), el lumpenproletariat fuera la asignación a los grupos más pobres y con menos educación de la sociedad alemana, quienes normalmente no poseían conciencia de su situación clase y servían a los intereses de la burguesía. La falsa conciencia implica el porqué los grupos muchas veces mantienen creencias que no son de su interés, generando estereotipos negativos hacia sí, y una tendencia al favoritismo exogrupal, aún incluso, existiendo fuerzas psicológicas que presionen a los individuos a desafiar el orden social imperante. Esto hace necesario entender la fuerza de la dominación ideológica.

Para entender las funciones del estereotipo, revisaremos brevemente los distintos enfoques sobre el tema (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b):

Enfoque de la justificación del ego: relaciona los estereotipos con los procesos de categorización, y expresa la función cognitiva y motivacional de los mismos (Lipman 1922 citado en Jost y Banaji, 1994; en Valdivieso, 2003b). Los estereotipos mantienen el status y la conducta personal en relación a otros, es decir, son una defensa personal y una racionalización de la explotación. Los teóricos psicoanalistas como Adorno y Bethelheim, así como Freud, consideraban a los estereotipos como mecanismos de defensa, mediante los cuales, conflictos internos eran proyectados.

El problema de este enfoque, es que no considera los elementos sociales. No explica el fenómeno de estereotipación negativa del sí mismo. Tampoco permite explicar el uso de estereotipos cuando no hay necesidad de defensa del propio status, ni cuando grupos desaventajados los usan contra otros grupos con su mismo status. Además, los estereotipos son consensuales en distintos sectores de la sociedad, y este enfoque no explica la uniformidad de los estereotipos, no da cuenta de que son resultado de un procesamiento de información en un ambiente ideologizado más que una forma de justificar motivaciones, por lo que es necesario considerar los elementos sociales implicados en el fenómeno (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

Enfoque de la justificación grupal: plantea que el estereotipar cumple la función de justificar acciones de los endogrupos contra los exogrupos (Tajfel, 1981 citado en Jost y Banaji, 1994; en Valdivieso, 2003b). Los endogrupos tienden a estereotipar negativamente a los exogrupos, diferenciándose de ellos mediante la comparación social que se inclina a un favoritismo endogrupal. La Teoría de la Identidad Social es una teoría del conflicto, ya que postula que los grupos compiten por bienes simbólicos o materiales. En esta competición los grupos generan estereotipos.

Este enfoque permite explicar porqué los individuos generan estereotipos para justificar las conductas de otros con quienes se identifican; explica además, a través de la competición, porqué grupos desaventajados estereotipan a otros del mismo status y porqué los grupos de personas generan estereotipos similares. Según Hogg y Abrams (1988, citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b), los estereotipos se deben a un proceso de influencia social que provoca conformidad a las normas grupales, explicando el hecho de que sean consensuales, con la función de establecer justificaciones grupales para el comportamiento intergrupal.

Sin embargo no explica el hecho de que los estereotipos sean consensuales entre distintos grupos, lo cual según Jost y Banaji (1994 en Valdivieso, 2003b), implica tener la noción de dominación ideológica y manejar el concepto de falsa conciencia.

Existe una forma de considerar estos fenómenos, desde este enfoque, a través de la Categorización del Yo. Según Hogg y Turner (1987 ciatdo en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b) los grupos mantienen creencias sobre sí dependiendo de cómo son categorizados por otros o por las relaciones que mantienen con otros grupos. Los autoestereotipos así generados, pueden ser tanto positivos como negativos. Las personas que han sido estereotipadas, tienden a asumir roles según las expectativas estereotípicas que otros tienen de ellos (Skrypnek & Zinder, 1982; Swam, 1983; Geis, 1993; en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

Enfoque de la Justificación del Sistema: Los grupos desaventajados pueden tender al favoritismo exogrupal o no, dependiendo cómo perciban la legitimidad del sistema o a la existencia de alternativas cognitivas al status quo. Muchos estereotipos tienden a justificar y legitimar al sistema imperante, más allá de si son del interés de los grupos que mantienen tales creencias. Esto revela la función ideológica de los estereotipos, entrando o no en contradicción con las funciones asociadas a la defensa personal o grupal, manteniendo el status quo. La forma de lograr esto, la más de las veces es a través de la «naturalización» de las diferencias o el estado actual de las cosas.

Las personas normalmente consideran como «así deben ser las cosas» a las regularidades de los hechos sociales, que son más bien un «así son las cosas» (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). Aquí vemos la función ideológica, de los estereotipos, ya que ponen al estado actual de las cosas como un “deber ser” moral, que exige ser cumplido y que amenaza implícita o explícitamente, a todo aquello que no apunta a aquella norma moral que es el status quo.

La justificación del sistema es el proceso psicológico mediante el cual un individuo percibe y explica la situación actual, con el resultado que dicha situación es mantenida, a pesar, de que dicha situación provoque daños psicológicos y materiales a determinados grupos o personas (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). Para comprender estos fenómenos se hace imperante comprender las formas de socialización que tienen las distintas sociedades o sistemas. La tendencia de los grupos y de las personas es a actuar de acuerdo a la posición social que ocupan más que a deslegitimar al orden social dominante. El orden tiende a ser justificado sólo por existir (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso2003b).

La socialización permite que el control de los dominantes sobre los dominados se transforme o se ejerza a través del autocontrol de los dominados, según los arreglos sociales imperantes. Esto facilita en control por parte de los grupos favorecidos. Además, al legitimar los dominados su propia dominación, delegan el poder a otros grupos, los cuales pueden generar conductas a través de refuerzos o castigos sociales, además de los mecanismos de enseñanza e ideologización.

Esto revela que la mantención del status quo puede ser, además, una cuestión de sobrevivencia para los grupos desaventajados que buscan no ser castigados, y beneficiados sin recurrir al esfuerzo de deslegitimar el orden social actual (lo que sería castigado). También es una cuestión de supervivencia de los grupos aventajados, en la medida que desestabilizar el status quo, puede causar la pérdida de los beneficios y del poder que poseen.

Sin embargo, el proceso de deslegitimación del orden social requiere “conciencia de grupo”, debido a que es necesario percatarse del origen de las creencias que justifican al sistema. Pero, como se ha planteado, no toda estereotipación que justifique el sistema es de carácter conciente, la más de las veces, esta justificación permanece inconsciente y las personas y grupos no son capaces de tomar conciencia al respecto.

Los grupos estereotipados se comportan en concordancia a aquellos estereotipos. Las personas mismas se atribuyen o atribuyen a otros, rasgos que justifiquen el rol que desempeñan (Ross et. Al. 1997, citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

Según lo anterior, no sorprende el hecho de que a los grupos que poseen o ejercen el poder, sean estereotipados de manera que se justifica su “éxito”, cuando a los que carecen de poder (o de las oportunidades de ejercerlo), son estereotipados de un modo tal que se justifica su desaventajada condición y situación (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).

La falsa conciencia sería una justificación del sistema que consiste en la autoestereotipación negativa y en el favoritismo hacia los exogrupos poderosos. Sería producto de la socialización que el propio sistema mantiene para conservarse. Esta falsa conciencia es normalmente inconsciente, ya que está internalizada en los valores personales o grupales. Podemos apreciarla en su carácter conciente, cuando individuos o grupos deciden concientemente asumir intereses que no les son propios, aún cuando las consecuencias inmediatas les sean adversas, con el fin de ser beneficiados o no castigados por los dominantes.

Un ejemplo de acuerdo a lo anterior, podríamos decir que la ausencia de una conciencia revolucionaria de clase sería un producto de la justificación del sistema (Gramsci, 1971; Luckacs, 1971; Gúrin, Miller & Gúrin, 1980; Kalmuss, Gúrin & Towsend, 1980; citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003a). Lo mismo sería con el aislamiento de los grupos desaventajados (marginación), la baja identificación grupal (o “conciencia de clase”).

Los estereotipos derivados de ideologías dominantes y de las disposiciones sociales del sistema (relaciones y estructura) pueden ser modificados a través del cambio de las estructuras sociales (Althusser, 1965) o a las mismas ideologías (Gramsci, 1951). Esto invita a analizar la relación entre las bases estructurales materiales con las superestructuras políticas o ideológicas (Althusser, 1965).

Los estereotipos son originados según Tajfel (1981, citado en Valdivieso, 2003a), para diferenciarse de los otros, de los exogrupos. Esto implica la existencia previa de algún conflicto de intereses. Este conflicto, según Tajfel, sería la causa inicial de los estereotipos, pero cuando estos ya se establecen, son factores causales de las diferencias sociales intergrupales.

Fiske en 1983 (citado en Valdivieso, 2003a) plantearía que la sociedad capitalista está organizada de modo que las relaciones intergrupales están basadas en diferencias de estatus.

El hecho que los estereotipos tiendan a justificar el “éxito” de los poderosos y el desmedro de los carentes de poder, fenómeno que consiste en un refuerzo entre poder y estereotipos, es explicado mediante la atención. Los que no tienen poder ponen atención sobre los que lo tienen y controlan sus conductas, formándose impresiones no estereotipadas de los poderosos. En cambio los que ostentan el poder, ponen menos atención, siendo más proclives a estereotipar. La estereotipación ejerce control al mantener y justificar el status quo (Fiske, 1983 en Valdivieso, 2003a). En 1513, Maquiavelo ya describía las relaciones entre los príncipes y los pueblos, observando cómo y en qué ponían atención unos respecto a los otros, y cómo estas interacciones mediadas por la atención determinaban las atribuciones que ambos grupos generaban respecto al otro.

Bourghis, R.Y, Gagnon, A., y Moïse (1994, en Valdivieso, 2003a), planteaban que es necesario considerar las diferencias de status y poder en las relaciones intergrupales, evidenciando que a mayor status es más discriminatorio el comportamiento, sucediendo lo contrario cuando a los individuos no se les atribuye un alto status. Según estos autores, las asimetrías de status y poder traen consigo diferencias en recursos tanto materiales como simbólicos, es decir, además de las diferencias de poder, hay diferencias de recursos y de prestigio (Bourghis, R.Y, Gagnon, A., y Moïse, 1994, en Valdivieso, 2003a).

Los estereotipos son imposibles de eliminar, ya que serían un producto inevitable de un proceso cognitivo fundamental que tiene como función una necesidad humana básica que entrega orden y capacidad de predicción (Hogg y Abrams, 1988, en Valdivieso, 2003a). Estereotipar sirve a la mantención de relaciones desiguales entre las personas y por otro lado aparecen no solo funciones cognitivas, sino que le acompañan efectos como los prejuicios y conductas que llevan a la marginación, exclusión y en algunos casos la eliminación de los otros.


César Castillo V.
Felipe Grez M.
Mauricio Mardones S.
Rabindranath Riquelme L.



[1] Hay que considerar que los encargados de seguridad, dentro del contexto en cual trabajan, ocupan cierta posición diferente a la que pueden tener fuera de su trabajo. Esta posición se acompaña de cierto status y rol, que tienden a justificar y ser justificados por los estereotipos que puedan utilizar, aún en contra de personas de la misma clase social a la que pertenecen ellos.

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sábado, noviembre 18, 2006

Exclusión Social y Estereotipos. Análisis de la Exclusión de ladrones de tienda por parte de guardias. (Parte 2)

Marco Teórico

Exclusión social

La palabra exclusión social no es neutra, sino que esta intrincada a un gran número de otros conceptos, significados, efectos, y aún más importante, a fenómenos sociales y económicos. Guarda en sí la posibilidad de un ejercicio retórico, la posibilidad de que su uso como concepto teórico vacío (Fleury, 1998) sirva a los intereses de ciertos discursos sobre los hechos sociales que trata de explicar. De ahí la necesidad de evaluar críticamente la introducción de dicho concepto a los análisis, evaluación que debe considerar la medida en que la invocación de la categoría de exclusión social y el significado especifico que se le dé, traba o limita las posibilidades de solucionar lo que el análisis trata de problematizar (Sen, 2000).

Según Brierbrauer (2000, citado en Morales y Huici, 2003) el termino exclusión social se refiere a “(…) practicas de los grupos mayoritarios o dominantes de la sociedad en virtud de las cuales los grupos minoritarios o dominados quedan fuera del alcance de las preocupaciones morales y la justicia de la población mayoritaria”. Otras definiciones ponen el acento en que la exclusión social es lo que sucede cuando las personas o grupos sufren por problemas ligados al desempleo, educación pobre, bajos ingresos, malas condiciones habitacionales, ambientes de alta criminalidad, mala salud y rompimientos familiares (CRISIS, 2003).

Por otro lado, Atkinson (1998) considera necesario establecer diferencias a la hora de hablar de pobreza, desempleo y exclusión social. La definición de exclusión social debería incluir tres elementos. Por un lado, la exclusión social es relativa dado que las personas son excluidas de una sociedad o grupo en un punto definido del tiempo. Además, la exclusión social es consecuencia de una delegación, dado que las personas pueden excluirse a sí mismas o excluir a otras. Finalmente la exclusión social dinámica, no solo es la exclusión efectiva y presente sino que incluye la falta de esperanzas en la situación futura. La postura de Atskinson (1998) es que si bien la pobreza y el desempleo pueden llevar a la exclusión social, estas no necesariamente la provocan.

Así se podría decir que la exclusión social se ha relacionado principalmente a los fenómenos de índole económica, y que uno de los esfuerzos que se han intentado realizar es separarla del concepto pobreza. Según Sen (2000) si se entiende la pobreza como una privación, esta se relacionará con el concepto de exclusión de dos formas: Una, que la exclusión social sería en si misma parte de la pobreza, como una privación de la capacidad de interactuar libremente con otros; Otra, que ser excluido podría implicar una privación de oportunidades.

Será necesario, entonces, distinguir qué rol jugaría la exclusión social en la pobreza, porque como observa Barry (1998), “la exclusión social puede ocurrir entre grupos que no son significativamente distinguibles uno del otro económicamente"(p.5). Si la exclusión social estuviera ligada directamente a la pobreza, a lo económico, esta se vería atenuada y desaparecería cuando desaparecieran las diferencias económicas entre los grupos, a menos que una variable distintiva mantuviera las barreras sociales.

Sen (2000) analiza la exclusión social desde una posición que enfatiza la noción de carencia, o privación, y distingue entonces una exclusión de importancia instrumental, y una exclusión de relevancia constitutiva. La primera, sería aquellos procesos importantes de considerar en la medida en que sus consecuencias causales implican problemas de privaciones sociales, mientras que la de relevancia constitutiva sería aquella exclusión social que es en sí misma una carencia.

Así, la utilización del concepto en el análisis social de fenómenos como la pobreza, estaría justificado en tanto pudiera identificarse una naturaleza causal o descriptiva de la exclusión social, en la explicación de dichos fenómenos.

Algunos autores son aún más críticos respecto a estas posturas. Se dice que la exclusión social es un concepto vacío desde el punto de vista teórico, por lo que hay que considerarlo en su dimensión político-estratégica. Según Fleury (1998) la exclusión social no solo debe referirse a la carencia de ciertos atributos para la inserción, a la falta de acceso a ciertos bienes, o a una condición de vulnerabilidad de ciertos grupos sociales, ya que ello supone que la exclusión es algo que los individuos poseen o no: “De alguna manera se trata de buscar un conjunto de características y/o atributos que limitarían la posibilidad de inserción de los individuos en el mercado, ya sea como productores o como consumidores” (Fleury, 1998).

De esta manera, habría que considerar la política que mantiene procesos de exclusión social, ya que la exclusión junto con el autoritarismo y el patrimonialismo serían las características definitorias de la relación Estado-Sociedad en Latinoamérica. Se consideraría la exclusión social como la negación de la ciudadanía, como el impedimento de gozar de los derechos políticos, sociales y civiles, según los derechos y deberes que condicionan la inclusión a la comunidad sociopolítica. Esto coincidiría en cierta forma con la postura teórica de Barry (1998) quien distingue «aislamiento social» (Social isolation), como el fenómeno de no-participación de un individuo o un grupo en las instituciones principales de la sociedad, mientras que la exclusión social se entiende como el subconjunto de casos en que ocurre «aislamiento social» por razones que están más allá del control de los sujetos involucrados. La exclusión social quedaría reservada para designar aquello que afecta a las personas que son invalidadas, incapacitadas, para participar en las instituciones sociales patrocinadas por la mayoría.
En la medida en que se entiende que la exclusión social es algo que afecta a las personas es pertinente hacer la distinción que hace entre exclusión activa y pasiva (Sen, 2000). La activa sería aquella consciente, intencionada, que es promulgada explícitamente, como por ejemplo, en políticas publicas que dificultan la inserción de los inmigrantes. La exclusión pasiva sería aquellos procesos que resultan pasivamente de un conjunto de circunstancias, sin volición inmediata en pos de la exclusión de un grupo o individuos pero que acaba por hacerlo.

La exclusión posee un fundamento político que se expresa en la no pertenencia a la comunidad, lo que puede estar codificado en el derecho legal, y que desde una lógica de invalidación e incapacitación para la participación, debería estar relacionada con procesos de normalización. Según Fleury (1998) la exclusión implicaría una normalización que separa a los individuos:
“La exclusión es un proceso relacional, definido por normas socialmente construidas que ordenan las relaciones sociales y vuelven los comportamientos previsibles, aunque esas normas estén o no formuladas de manera legal. Dado que la ciudadanía requiere una legalización de la igualdad, la exclusión es un proceso que regula la diferencia como condición de no inclusión”.

La autora establece que entonces la exclusión sería un fenómeno cultural y social cuyos mecanismos se basarían en el carácter de la diferencia, lo que la distinguiría de la desigualdad como fenómeno socioeconómico. La exclusión además de despojar la ciudadanía de los individuos, invalidaría su dimensión humana y les impediría realizarse como sujetos de sus procesos sociales. Según Barry (1998) la exclusión social implicaría la violación de las demandas de justicia de una minoría, que genera desigualdad de oportunidades y está asociada a una incapacidad para participar efectivamente en política.

La constitución como sujetos de acción política pasa necesariamente por la discursividad, por el apropiarse del discurso para decirles cosas a otros y poder actuar, en un orden simbólico relacional, constituido por estos actos y palabras. Allí los medios de comunicación tomarían un papel fundamental como “poderosos instrumentos de exterminio simbólico de grupos enteros de la población” (Fluye, 1998), al asociar, por ejemplo, la aparición de los pobres a situaciones de violencia, y al promover la creación y difusión de las normas de exclusión. Materialmente la exclusión se expresaría en la prohibición urbanística y arquitectónica de ciertos lugares de consumo para el ingreso de los excluidos.
Fleury (1998) concluye:

“En resumen, la exclusión es un proceso cultural que implica el establecimiento de una norma que prohíbe la inclusión de individuos, grupos y poblaciones en una comunidad sociopolítica. De esta forma, los grupos excluidos están, en general, imposibilitados de participar de las relaciones económicas predominantes –el mercado, como productores y/o consumidores– y de las relaciones políticas vigentes –los derechos de ciudadanía.”
Pero no debe olvidarse que donde hay poder hay resistencia, y por ello la exclusión social siempre guarda una cara emancipadora, que implica la posibilidad de constitución de nuevos actores sociales y nuevas formas de reivindicación de la ciudadanía.

Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, sería necesario exponer, para los fines prácticos de esta investigación, los síntomas de exclusión social referentes a la vida cotidiana expuestos por Optow (1990, citado en Morales y Huici, 2003):

Pensamiento grupal: Proteger la unidad del grupo y aislar aquellos componentes que puedan poner de manifiesto las convicciones erróneas.
Ideologías trascendentes: El propio grupo como algo moralmente positivo, aunque sus conductas sean perjudiciales para otros.
Desindividualización: Anonimato en el conjunto grupal, que debilita la capacidad de seguir el propio código moral.
Impregnación moral: Adoptar estándares del grupo, renunciando a los propios.
Distancia psicológica: Objetivación de los otros, insensibilidad a su presencia.
Orientación técnica: Enfocar el daño como rutinización, como mecánica sin consecuencias perjudiciales.
Eufemismos: Enmascarar la conducta perjudicial para dotarla de respetabilidad.
Desplazamiento de la responsabilidad: Se asume un modo de comportamiento, que no se asumiría, porque se sabe que una autoridad superior puede asumir la responsabilidad.
Difusión de la responsabilidad: La conducta dañina fragmentada diluye la responsabilidad.
Glorificación de la violencia: La violencia se presenta como una actividad noble y elevada.
Normalización de la violencia: La conducta violenta se entiende como algo cotidiano, y que la sociedad acepta voluntariamente.

Nos interesan estos síntomas en la medida en que “desempeñan el papel de estrategias útiles para la realización de determinadas actividades” (Morales y Huici, 2003, p. 518). Para el objeto de esta investigación, se tratara de identificar dichos síntomas en el comportamiento y discurso de los guardias de supermercados, para poder establecer la existencia de prácticas de exclusión social u otras prácticas discriminatorias.
César Castillo V.
Felipe Grez M.
Mauricio Mardones S.
Rabindranath Riquelme L.

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sábado, noviembre 11, 2006

Exclusión Social y Estereotipos. Análisis de la Exclusión de ladrones de tienda por parte de guardias. (Parte 1)

(Este es un trabajo en construcción, es un avance del marco teórico de la investigación). Santiago, Octubre 2006
Introducción

Se puede decir que los grupos psicosociales establecen el eslabón entre el individuo y la sociedad. Según Bar-tal (1990) la característica definitoria de un grupos son sus creencias grupales. Ahora bien, las creencias grupales pueden anudarnos en torno a una convicción compartida y definitoria de nuestra pertenencia grupal, pero cuando se define lo que nos caracteriza como miembros de un grupo, establecemos el polo de lo excluido del grupo. Podría pensarse que es una actividad inherente a la conformación de grupos psicosociales la generación de su alteridad, en la medida en que las creencias grupales van a ser los limites y la barrera de cada grupo. Habría que poder definir cuando estos límites van a potenciar las diferencias, y a partir de allí, establecer qué podría ser la exclusión social.

Si se puede afirmar, respecto a la exclusión social, que “(…) las personas normales no consideran correcto perjudicar a otras personas, a menos que hayan sido previamente excluidas de su «comunidad moral»” (Morales, 2003) sería posible identificar practicas de exclusión en cualquier actividad social que implique alguna clase de perjuicio.

Entonces, cuando la Revista de la Cámara de Comercio de Santiago (2006) escribe: “Uno de los principales delitos que sufre la industria es el robo hormiga, sólo los supermercados pierden año a año más de US$ 200 millones por este flagelo” (CCS , 2006); o cuando esa misma institución llama al seminario «Reforma Procesal Penal: Evaluación del Primer Año», que cuenta con la presencia de un Psiquiatra para abordar «el perfil psicológico del ladrón de tiendas» (CCS, 2006), se podría decir que se están generando intentos por crear una frontera moral. Aquí se identificaría el perjuicio como un perjuicio económico, que afecta a ciertas entidades comerciales, y por lo tanto, las formas de exclusión social que de ese fenómeno pudieran surgir estarían inmersas en un conflicto de intereses.
Ahora bien, si se traduce este conflicto de intereses desde la esfera legal y comercial (a nivel de la cual se realizan seminarios y se debate en los medios de comunicación) a la esfera de la vida cotidiana, se esperaría que existiesen prácticas sociales de exclusión legitimadas por las instituciones comerciales afectadas (o potencialmente afectables) a las que sus empleados estuviesen adscritos.

El presente estudio buscará investigar las posibles prácticas de exclusión social que puedan ser ejercidas por empleados de locales comerciales de la región metropolitana, a través del análisis de sus descripciones y procedimientos. Con este objeto, el grupo de estudio quedará reducido a los empleados a cargo de labores de seguridad en supermercados, por su directa relación con el problema del hurto en dichos locales. Se esperaría que pudiesen ser identificadas diversas prácticas de exclusión social en dichos sujetos, dado que, en su labor, la identificación preventiva de posibles hurtos toma un rol fundamental. Solo así toman sentido descripciones como:
“(…) tal y como se procede en forma ordinaria, en el presente caso, la imputada fue seguida por las cámaras y/o los guardias de seguridad antes de su detención, habiendo sido informado, a lo menos, cinco minutos antes de esta de la presencia de la mujer al interior del Supermercado.” (Fernández, 2004).
El estudio del discurso y comportamiento de los sujetos del grupo de estudio se haría fundamental para detectar si efectivamente se está en presencia de un fenómeno de exclusión social. Para ello se seguirá la sintomatología de la exclusión social en la vida cotidiana elaborada por Morales y Huici (2003).
Solo entonces se podría poner en cuestión la normalidad de los diversos procedimientos preventivos que puedan utilizar los encargados de seguridad, así como tratar de dilucidar sus posibles efectos y las distintas formas de legitimación en las que se basan.

Pregunta

¿Es posible encontrar prácticas de exclusión social en encargados de seguridad de locales comerciales de la Región Metropolitana, ya sea a nivel de criterios subjetivos o de prácticas institucionales? Si es que dichas prácticas existen, ¿cómo son legitimadas?

Relevancia

Bajo la suposición de que no debe haber una gran diferencia entre los criterios de exclusión entre los encargados de seguridad y la mayoría de los miembros del conjunto social, conocer tales criterios permitirá aproximarse a quiénes el conjunto social excluye, o a qué grupos sociales excluye. Esta suposición se basa en que el entrenamiento de los guardias sería para detener los actos delictivos, y la discriminación social como mecanismo preventivo sería más bien algo que aprenderían con la experiencia.
Esto abre una discusión sobre cómo los estereotipos y prejuicios pueden afectar ciertos grupos, y si aquellos criterios concuerdan con la realidad, es decir, y considerando nuestro caso, si los criterios de exclusión como medios de prevención contra actos delictuales son realmente útiles para evitarlos.
Esto pudiese servir como conocimiento para analizar si las prácticas de exclusión social realmente se legitiman en la medida que cumplen sus propósitos (explícitos al menos) o si se legitiman en otro tipo de fundamentos.
Identificados los excluidos, se hace importante conocer que consecuencias, afectivas y prácticas, les trae la discriminación en una parte de la vida cotidiana tan recurrente como abastecerse en un local comercial.
Otro punto susceptible a discusión, que puede analizarse si los efectos de la exclusión en verdad representan un problema para los excluidos, alude a que tan internalizados y mecanizados están estos criterios de exclusión, y si los exclusores son conscientes de los mismos. Esto podría entenderse también mediante las preguntas: ¿Hasta que punto es justificable discriminar a ciertas personas, a favor del beneficio de otras; beneficio que, en última instancia, es sólo un asunto de más o menos dinero? Y si los encargados de seguridad se han planteado esto ¿Que circunstancias, tanto prácticas como ideológicas, mantienen la continuidad de estos cursos de acción?
César Castillo V.
Felipe Grez M.
Mauricio Mardones S.
Rabindranath Riquelme L.

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viernes, noviembre 03, 2006

Doble V, Tote, Shotta, Das Efx y Heltah

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