Exclusión Social y Estereotipos. Análisis de la Exclusión de ladrones de tienda por parte de guardias. (Parte 3)
Percepción social: percepción de los otros, atribución, estereotipos y prejuicios.
Tomando en cuenta los síntomas de exclusión social descritos por Morales y Huici (2003), se piensa que es necesario, en función del objetivo de investigación, revisar los principales conceptos que permitirán adentrarse en la problemática de la exclusión social desde la perspectiva de la psicología social. Por ello, revisaremos los procesos de percepción de otros, atribución, estereotipos y prejuicios, en tanto se puede decir que dichos procesos estarían a la base de gran parte de los síntomas descritos anteriormente.
Respecto a la percepción de otras personas, diremos que es un proceso complejo, en el que intervienen mecanismos emocionales, cognoscitivos, y motivacionales, que alteran la información recibida y que permiten generar una teoría sobre los otros, para predecir su conducta (Salazar, Montero, Muñoz, Sánchez, Santoro, y Villegas, 1977). Se podría decir que en la percepción de otros, las características psicológicas individuales ejercen una influencia directiva y selectiva sobre la atención y la inferencia.
Según Secord y Backman (1964 citados en Salazar y cols., 1977) existen tres elementos principales en la percepción de personas: la persona estimulo, las variables del perceptor y la impresión resultante. Estas se afectan mutuamente y definen los procesos psicológicos del sujeto que darán lugar a la percepción.
Se habla, en primer lugar, de la formación de impresiones o atributos sobre la persona estimulo, en virtud del contexto y las experiencias anteriores. Para esta elaboración se requeriría una información que es tomada de un conjunto de fuentes: indirectas (otras personas o comunicaciones); apariencia (características externas de la persona); conducta expresiva (aspecto dinámico de expresión); conducta orientada a metas (comportamientos orientados al logro de objetivos); contexto (factores situacionales); orden de presentación (secuencia de percepción de los rasgos); y variabilidad (estabilidad en la conducta, para realizar la inferencia). Según Salazar (1977) estos factores se integrarían en la impresión, entendida como una organización cognoscitiva con contenidos específicos estructurados de un modo coherente, y polarizados afectivamente. Asimismo, para Secord y Backman (1974 en Salazar y cols, 1977) la formación de impresiones estaría más ligada a la situación de la interacción (rol), a la persona estimulo y al observador.
Dado que el fenómeno de las impresiones se relaciona al fenómeno de reconocimiento de pertenencia grupal (Ej. Allport, 1954), también este fenómeno esta intrincado a los prejuicios y estereotipos.
También cabe mencionar respecto a la percepción de personas, el proceso de atribución. Se entiende por atribución, la “(…) inferencia de intenciones y rasgos que proporcionan información sobre las disposiciones del sujeto y las causas de su conducta. La búsqueda de las causas (reales o supuestas) permiten construir posteriormente un sistema cognoscitivo para predecir la conducta” (Salazar y cols., 1977, p. 102). Entre las causas que se usan como formas de atribución se pueden distinguir causas endógenas (cuando la acción juzgada es un fin en sí misma) y causas exógenos (la acción es un medio para un fin) (Kruglansky, 1975 en Salazar y cols., 1977). El proceso incluiría dos etapas: en la primera se identificarían las causas de una acción; en la segunda se obtendrían las conclusiones sobre los efectos, una vez conocidas las causas, lo que llevaría a realizar inferencias tanto funcionales (basadas en la identificación real de la relación causa-efecto), y/o deductivas (realizadas a un nivel meramente conceptual). Según Kruglansky (1975, en Salazar y cols., 1977) mientras haya mayor atribución de causalidad endógena se supondrá una mayor libertad subjetiva, mientras que con una mayor atribución exógena se establecerá un efecto de compulsión sobre el sujeto. O sea, las acciones endógenas permiten, por su contenido, identificar las metas del sujeto, mientras que las exógenas no.
Las atribuciones serían bastante estables y resistentes, además de presentar una tendencia a sobreestimar los mecanismos causales internos (Jones y Aronson, 1973 en Salazar y cols., 1977). Incluso en algunos sujetos se observa un efecto atribucional conocido como “el mundo es justo” (Lerner, 1971 en Salazar y cols., 1977), efecto referido a que se sostiene que cada quien recibe lo que se merece, suponiendo la existencia de una compensación natural respecto a decisiones, acciones y consecuencias.
La atribución permite mostrar el papel fundamental que juega el sujeto perceptor y sus funciones cognoscitivas en la percepción de otras personas poniendo de manifiesto la existencia de “(…) todo un conjunto de mecanismos subyacentes donde se integran los elementos reales con los aportes del sujeto perceptor para estructurar el sistema de elementos cognoscitivos” (Salazar y cols., 1977, p. 105).
Tomando estas nociones como referencia, se analizará la formación de estereotipos y de prejuicios.
Estereotipos y su justificación.
Los estereotipos responden a una necesidad básica de orden y capacidad de predicción. Los estereotipos serían procesos cognitivos con la función de predecir los eventos sociales que rodean al individuo (Hogg y Abrams, 1988 citado en Valdivieso, 2003a).
El análisis de los estereotipos se puede abordar desde tres enfoques: como justificaciones del ego, justificaciones grupales y/o justificaciones del sistema. Según Jost y Banaji (1994, citado en Valdivieso, 2003a), los estereotipos sirven para proteger la posición y el comportamiento del propio individuo o del propio grupo, pero también sirven para legitimar las normas sociales, aún expensas del individuo y el grupo. La justificación, en cualquiera de las tres dimensiones que hemos mencionado, sería una idea que tiene la función de legitimar a otra idea o a alguna forma de comportamiento, sean éstos de la propia persona o grupo, como de otros (Valdivieso, 2003a).
Las personas tienden a justificar pensamientos, sentimientos, comportamientos, status o posiciones propios o de otros, conductas agresiva o discriminatoria propias o de miembros del grupo al cual se pertenece, eventos sociales y condiciones sociales imperantes. Lo importante a destacar, es que no todo estereotipo tiende al favoritismo endogrupal y al estereotipo negativo del exogrupo, puede suceder lo contrario cuando se intenta justificar al sistema social dominante (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).
Puestas así las cosas, es claro, al observar sistemáticamente los estereotipos, que éstos cumplen ciertas funciones sociales que es necesario considerar en cualquier estudio. Según Jost y Banaji (1994, en Valdivieso, 2003b) Los estereotipos son creencias socializadas respecto de grupos sociales que acompañan cualquier sistema caracterizado por la separación de la gente en roles, clases, posiciones o status. Estas creencias tienden a ser, por quienes las sostienen, percibidas y explicadas como justificables.
En el enfoque de la justificación del sistema, el concepto de falsa conciencia cobra especial importancia. En nuestro caso, centrado en la actitud por parte de los encargados de seguridad hacia cierto grupos (generalmente los menos beneficiados por el sistema económico), cabe preguntarse por los estereotipos, los prejuicios y muchas veces, la discriminación, que sufren los individuos estereotipados como pertenecientes a sectores marginales por parte de los encargados de seguridad, en su mayoría, pertenecientes a los mismos sectores marginales con el que estereotipan a otros[1]. La falsa conciencia sería la mantención de creencias o ideologías que son contrarias a los intereses personales o del propio grupo, manteniéndose así, la posición desaventajada del individuo o del grupo (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).
La naturaleza de la justificación es bastante compleja de tratar, especialmente cuando ésta no es conciente, permitiendo la existencia de ciertas ideologías sin que se den cuenta quien o quienes las ejercitan, aunque sean víctimas de las mismas. Esto es muy común en la falsa conciencia (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). No es de extrañar que, según Marx (1846), el lumpenproletariat fuera la asignación a los grupos más pobres y con menos educación de la sociedad alemana, quienes normalmente no poseían conciencia de su situación clase y servían a los intereses de la burguesía. La falsa conciencia implica el porqué los grupos muchas veces mantienen creencias que no son de su interés, generando estereotipos negativos hacia sí, y una tendencia al favoritismo exogrupal, aún incluso, existiendo fuerzas psicológicas que presionen a los individuos a desafiar el orden social imperante. Esto hace necesario entender la fuerza de la dominación ideológica.
Para entender las funciones del estereotipo, revisaremos brevemente los distintos enfoques sobre el tema (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b):
Enfoque de la justificación del ego: relaciona los estereotipos con los procesos de categorización, y expresa la función cognitiva y motivacional de los mismos (Lipman 1922 citado en Jost y Banaji, 1994; en Valdivieso, 2003b). Los estereotipos mantienen el status y la conducta personal en relación a otros, es decir, son una defensa personal y una racionalización de la explotación. Los teóricos psicoanalistas como Adorno y Bethelheim, así como Freud, consideraban a los estereotipos como mecanismos de defensa, mediante los cuales, conflictos internos eran proyectados.
El problema de este enfoque, es que no considera los elementos sociales. No explica el fenómeno de estereotipación negativa del sí mismo. Tampoco permite explicar el uso de estereotipos cuando no hay necesidad de defensa del propio status, ni cuando grupos desaventajados los usan contra otros grupos con su mismo status. Además, los estereotipos son consensuales en distintos sectores de la sociedad, y este enfoque no explica la uniformidad de los estereotipos, no da cuenta de que son resultado de un procesamiento de información en un ambiente ideologizado más que una forma de justificar motivaciones, por lo que es necesario considerar los elementos sociales implicados en el fenómeno (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).
Enfoque de la justificación grupal: plantea que el estereotipar cumple la función de justificar acciones de los endogrupos contra los exogrupos (Tajfel, 1981 citado en Jost y Banaji, 1994; en Valdivieso, 2003b). Los endogrupos tienden a estereotipar negativamente a los exogrupos, diferenciándose de ellos mediante la comparación social que se inclina a un favoritismo endogrupal.
Este enfoque permite explicar porqué los individuos generan estereotipos para justificar las conductas de otros con quienes se identifican; explica además, a través de la competición, porqué grupos desaventajados estereotipan a otros del mismo status y porqué los grupos de personas generan estereotipos similares. Según Hogg y Abrams (1988, citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b), los estereotipos se deben a un proceso de influencia social que provoca conformidad a las normas grupales, explicando el hecho de que sean consensuales, con la función de establecer justificaciones grupales para el comportamiento intergrupal.
Sin embargo no explica el hecho de que los estereotipos sean consensuales entre distintos grupos, lo cual según Jost y Banaji (1994 en Valdivieso, 2003b), implica tener la noción de dominación ideológica y manejar el concepto de falsa conciencia.
Existe una forma de considerar estos fenómenos, desde este enfoque, a través de
Enfoque de
Las personas normalmente consideran como «así deben ser las cosas» a las regularidades de los hechos sociales, que son más bien un «así son las cosas» (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). Aquí vemos la función ideológica, de los estereotipos, ya que ponen al estado actual de las cosas como un “deber ser” moral, que exige ser cumplido y que amenaza implícita o explícitamente, a todo aquello que no apunta a aquella norma moral que es el status quo.
La justificación del sistema es el proceso psicológico mediante el cual un individuo percibe y explica la situación actual, con el resultado que dicha situación es mantenida, a pesar, de que dicha situación provoque daños psicológicos y materiales a determinados grupos o personas (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b). Para comprender estos fenómenos se hace imperante comprender las formas de socialización que tienen las distintas sociedades o sistemas. La tendencia de los grupos y de las personas es a actuar de acuerdo a la posición social que ocupan más que a deslegitimar al orden social dominante. El orden tiende a ser justificado sólo por existir (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso2003b).
La socialización permite que el control de los dominantes sobre los dominados se transforme o se ejerza a través del autocontrol de los dominados, según los arreglos sociales imperantes. Esto facilita en control por parte de los grupos favorecidos. Además, al legitimar los dominados su propia dominación, delegan el poder a otros grupos, los cuales pueden generar conductas a través de refuerzos o castigos sociales, además de los mecanismos de enseñanza e ideologización.
Esto revela que la mantención del status quo puede ser, además, una cuestión de sobrevivencia para los grupos desaventajados que buscan no ser castigados, y beneficiados sin recurrir al esfuerzo de deslegitimar el orden social actual (lo que sería castigado). También es una cuestión de supervivencia de los grupos aventajados, en la medida que desestabilizar el status quo, puede causar la pérdida de los beneficios y del poder que poseen.
Sin embargo, el proceso de deslegitimación del orden social requiere “conciencia de grupo”, debido a que es necesario percatarse del origen de las creencias que justifican al sistema. Pero, como se ha planteado, no toda estereotipación que justifique el sistema es de carácter conciente, la más de las veces, esta justificación permanece inconsciente y las personas y grupos no son capaces de tomar conciencia al respecto.
Los grupos estereotipados se comportan en concordancia a aquellos estereotipos. Las personas mismas se atribuyen o atribuyen a otros, rasgos que justifiquen el rol que desempeñan (Ross et. Al. 1997, citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).
Según lo anterior, no sorprende el hecho de que a los grupos que poseen o ejercen el poder, sean estereotipados de manera que se justifica su “éxito”, cuando a los que carecen de poder (o de las oportunidades de ejercerlo), son estereotipados de un modo tal que se justifica su desaventajada condición y situación (Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003b).
La falsa conciencia sería una justificación del sistema que consiste en la autoestereotipación negativa y en el favoritismo hacia los exogrupos poderosos. Sería producto de la socialización que el propio sistema mantiene para conservarse. Esta falsa conciencia es normalmente inconsciente, ya que está internalizada en los valores personales o grupales. Podemos apreciarla en su carácter conciente, cuando individuos o grupos deciden concientemente asumir intereses que no les son propios, aún cuando las consecuencias inmediatas les sean adversas, con el fin de ser beneficiados o no castigados por los dominantes.
Un ejemplo de acuerdo a lo anterior, podríamos decir que la ausencia de una conciencia revolucionaria de clase sería un producto de la justificación del sistema (Gramsci, 1971; Luckacs, 1971; Gúrin, Miller & Gúrin, 1980; Kalmuss, Gúrin & Towsend, 1980; citado en Jost y Banaji, 1994 en Valdivieso, 2003a). Lo mismo sería con el aislamiento de los grupos desaventajados (marginación), la baja identificación grupal (o “conciencia de clase”).
Los estereotipos derivados de ideologías dominantes y de las disposiciones sociales del sistema (relaciones y estructura) pueden ser modificados a través del cambio de las estructuras sociales (Althusser, 1965) o a las mismas ideologías (Gramsci, 1951). Esto invita a analizar la relación entre las bases estructurales materiales con las superestructuras políticas o ideológicas (Althusser, 1965).
Los estereotipos son originados según Tajfel (1981, citado en Valdivieso, 2003a), para diferenciarse de los otros, de los exogrupos. Esto implica la existencia previa de algún conflicto de intereses. Este conflicto, según Tajfel, sería la causa inicial de los estereotipos, pero cuando estos ya se establecen, son factores causales de las diferencias sociales intergrupales.
Fiske en 1983 (citado en Valdivieso, 2003a) plantearía que la sociedad capitalista está organizada de modo que las relaciones intergrupales están basadas en diferencias de estatus.
El hecho que los estereotipos tiendan a justificar el “éxito” de los poderosos y el desmedro de los carentes de poder, fenómeno que consiste en un refuerzo entre poder y estereotipos, es explicado mediante la atención. Los que no tienen poder ponen atención sobre los que lo tienen y controlan sus conductas, formándose impresiones no estereotipadas de los poderosos. En cambio los que ostentan el poder, ponen menos atención, siendo más proclives a estereotipar. La estereotipación ejerce control al mantener y justificar el status quo (Fiske, 1983 en Valdivieso, 2003a). En 1513, Maquiavelo ya describía las relaciones entre los príncipes y los pueblos, observando cómo y en qué ponían atención unos respecto a los otros, y cómo estas interacciones mediadas por la atención determinaban las atribuciones que ambos grupos generaban respecto al otro.
Bourghis, R.Y, Gagnon, A., y Moïse (1994, en Valdivieso, 2003a), planteaban que es necesario considerar las diferencias de status y poder en las relaciones intergrupales, evidenciando que a mayor status es más discriminatorio el comportamiento, sucediendo lo contrario cuando a los individuos no se les atribuye un alto status. Según estos autores, las asimetrías de status y poder traen consigo diferencias en recursos tanto materiales como simbólicos, es decir, además de las diferencias de poder, hay diferencias de recursos y de prestigio (Bourghis, R.Y, Gagnon, A., y Moïse, 1994, en Valdivieso, 2003a).
Los estereotipos son imposibles de eliminar, ya que serían un producto inevitable de un proceso cognitivo fundamental que tiene como función una necesidad humana básica que entrega orden y capacidad de predicción (Hogg y Abrams, 1988, en Valdivieso, 2003a). Estereotipar sirve a la mantención de relaciones desiguales entre las personas y por otro lado aparecen no solo funciones cognitivas, sino que le acompañan efectos como los prejuicios y conductas que llevan a la marginación, exclusión y en algunos casos la eliminación de los otros.
César Castillo V.
Felipe Grez M.
Mauricio Mardones S.
Rabindranath Riquelme L.
[1] Hay que considerar que los encargados de seguridad, dentro del contexto en cual trabajan, ocupan cierta posición diferente a la que pueden tener fuera de su trabajo. Esta posición se acompaña de cierto status y rol, que tienden a justificar y ser justificados por los estereotipos que puedan utilizar, aún en contra de personas de la misma clase social a la que pertenecen ellos.